jueves, 17 de mayo de 2012

No hay que esperar a ser desarrollados para tener educación de calidad



Singapur es uno de los países modelo a nivel mundial en la enseñanza de las Matemáticas. Una de sus principales fortalezas es que su método de educación asegura que todos los niños aprendan esta disciplina, y no solo los más hábiles con los números. La garantía de que nadie se va a quedar atrás es uno de los grandes logros de este pequeño país que transformó la Educación en su principal producto de exportación. En esta columna, Patricio Felmer, Premio Nacional de Ciencias Exactas 2011, llama la atención sobre cómo Singapur invirtió en sus habitantes para, luego, lograr el desarrollo. Eso, mientras en Chile la promesa va en la dirección opuesta: “hay esperar el desarrollo (…) para tener una educación de calidad para todos”.
Se ha hecho bastante conocido en nuestro país el Método de Singapur y muchos creen que es una solución para la enseñanza y el aprendizaje de la matemática escolar. Es cierto que Singapur ha alcanzado logros importantes desarrollando este método para que todos sus niños y niñas avancen en el conocimiento de esta importante disciplina y también es cierto que nosotros podemos aprender mucho de esa experiencia.
Pero esta columna no es sobre el Método de Singapur para la matemática escolar, sino para el desarrollo económico y el desarrollo de una educación de calidad al alcance de todos. Ante el debate en que nos encontramos en el país, en la búsqueda de la calidad en nuestra educación uno debe preguntarse
¿Qué hizo Singapur para lograr lo que hoy tiene en educación?
Singapur nace como país independiente en agosto de 1965, cuando el parlamento de Malasia, literalmente expulsó a esta pequeña isla de su federación. Nace así, sin recursos naturales, con casi la mitad de su población analfabeta, disgregada racialmente y hablando al menos cuatro lenguas distintas: inglés, chino mandarín, tamil y malayo. Uno no puede imaginar un comienzo más sombrío.
Ante esta realidad tan poco alentadora, las autoridades políticas encabezadas por Lee Kuan Yew debieron idear un plan para no perecer política y económicamente. Sin poder recurrir a la explotación de recursos naturales para desarrollar la economía, buscaron asociación con empresas extranjeras para que se instalen en Singapur y desarrollen la industria de manufactura, aprovechando la mano de obra barata. Paralelamente percibieron que sí tenían un recurso y con potencial inimaginable, la inteligencia y capacidad creadora de todos y cada uno de sus habitantes, la que como en cualquier lugar del mundo se encuentra distribuida en toda la población. Y como esta inteligencia y capacidad creadora debe ser cultivada a través de la educación, decidieron invertir de manera sostenida y creciente en ella, desde el primer día. Uno puede imaginar qué otras enormes necesidades tenía la sociedad y qué otras tantas prioridades y urgencias había que atender para el desarrollo económico. Sin embargo, priorizaron recursos importantes para educación, concibiéndola como una inversión permanente que crea, precisamente, la base del desarrollo buscado.
Singapur invirtió en infraestructura construyendo escuelas en forma masiva y contratando profesores, muchos de ellos todavía estudiantes. Invirtieron en capacitación de mano de obra, vinculando los agentes productivos con la educación de modo de formar jóvenes y capacitar trabajadores en áreas de mayor necesidad. En un continuo ajuste y coordinación entre el ministerio de educación, la universidad formadora de docentes y las escuelas, Singapur fue elevando la calidad del currículo nacional, de las escuelas y sus directores, de la formación inicial y continua de los profesores. Fue fortaleciendo los equipos técnicos del ministerio de educación y de los grupos académicos de la universidad, buscando en el extranjero los conocimientos que no poseía. Creó una carrera docente que se inicia cuando un estudiante es seleccionado para formarse como profesor y que al egreso ofrece un sueldo igual al de ingenieros del servicio público. Y todo este desarrollo educacional para que cada uno de los niños y niñas de Singapur, sin ninguna distinción y en forma gratuita reciban cada vez una mejor educación. Este es el verdadero Método de Singapur.
La experiencia de Singapur nos muestra en forma nítida y clara que no es cierto que haya que esperar el desarrollo económico para tener una educación de calidad para todos, como a veces se nos hace creer, sino que por el contrario se debe invertir fuertemente en educación para lograr el desarrollo económico, asignando los recursos necesarios para que la educación no sea un freno que lo retrase, sino un motor que lo acelere.
Si Singapur pudo invertir los recursos necesarios para desarrollar una educación de calidad para todos siendo una nación pobre y sin recursos naturales ¿Porqué nos estamos farreando el futuro, si nosotros poseemos enormes recursos naturales y partimos de un piso muy superior? Nosotros podemos hacerlo mucho mejor y más rápido que Singapur.